HISTORIA DE BRUGUERA VI: APARECE EL CACHORRO

Tal y como vimos en la entrada anterior de esta serie, al comienzo de la década de los cincuenta la editorial consigue implantar con éxito numerosas delegaciones por toda Hispanoamérica, y poco después edita una de sus publicaciones más rentables: el célebre DDT contra las penas.

En ese mismo año (1951), un joven aspirante a dibujante de sólo 20 años se presenta ilusionado en la oficina a fin de mostrar sus trabajos. Se nombre es Víctor Mora. Es recibido por el mismísimo Rafael González, la figura más importante de la empresa después de los propios hermanos Bruguera. Tras echar una ojeada a sus dibujos, éste le dice sin paños calientes: "Mire, señor Mora, sus dibujos no nos interesan. ¿Pero quién le hace los textos?".

Así es como poco después el joven se convierte en coordinador de publicaciones y hombre de letras para todo: lo mismo se le encarga redactar una carta como elaborar un anuncio, una página de publicidad o un prólogo. Sin embargo, el muchacho aún tardaría algunos años en escribir los guiones que lo convertirían en uno de los nombres de oro de la historia del tebeo español.

Por increíble que pueda parecer, el mítico guionista Víctor Mora empezó en Bruguera como dibujante frustrado.

Por otro lado, también en diciembre de ese año, Bruguera lanza al mercado el primer ejemplar del cuadernillo apaisado de El Cachorro (imagen superior). Para crear al personaje, su autor, Juan García Iranzo (que desde 1947 ya formaba parte del equipo de colaboradores de Pulgarcito, en su caso aportando la exitosa serie cómica La familia Pepe), se inspiró en las películas de piratas de los años treinta, tales como El Capitán Blood o El Corsario Negro, así como en el libro El médico de los piratas, las memorias del médico del famoso Capitán Morgan. Conviene recordar que además Iranzo ya había realizado anteriormente una historieta de piratas, El pirata desconocido (revista Chicos, 1945).


El Capitán Blood de Errol Flynn: una de las fuentes de inspiración de El Cachorro de Iranzo

El Cachorro no era otro que el precoz Miguel Díaz de Olmedo que, empezando desde el más bajo escalafón, escalaba puestos dentro de la Armada española, hasta convertirse en capitán del galeón corsario El Águila del Caribe, terror y exterminio de piratas y demás enemigos de "nuestro imperio". Capaz de las mayores hazañas y los más bárbaros sacrificios, El Cachorro no dudaba en hacerse pasar por pirata para desenmascarar y derrotar a sus contrincantes, y no hubo aspecto de la vida aventurera que él y sus amigos -el lugarteniente africano Batán (un negro que acaba convirtiéndose al cristianismo para llamarse Sebastián), y el capitán Fierro- no afrontaran a lo largo de los doscientos trece episodios que los mantuvieron en lucha, primero contra los piratas caribeños (especialmente, contra el malísimo Capitán Baco, un pirata gordo y barbudo con un parche en el ojo y una pata de madera) y luego contra los berberiscos del Mediterráneo.

El grafismo de Iranzo en esta recordada serie destaca por un estilo mixto entre el realismo y la caricatura, muy adecuado para la historia. No se rehúye para nada la presentación de escenas de violencia, a pesar de que el órgano censor del régimen cada vez endurece más sus requisitos sobre las publicaciones infantiles y juveniles.

Primera página de la serie

Ni que decir tiene que El Cachorro supone otro gran acierto comercial para Bruguera.

Y así llegamos a 1952, momento en que la redacción de la editorial se muda del paseo de Gràcia al nº 248 de la calle República Argentina, bastante cerca del lugar donde desde hace ya un tiempo se ubica su departamento de artes gráficas y distribución.

Próxima entrega: Vázquez y Ángel Siseñor