HISTORIA DE BRUGUERA V: HACIENDO LAS AMÉRICAS Y EL DDT

Si como vimos en la entrada anterior de esta serie a finales de los años 40 la editorial Bruguera disfruta de un éxito verdaderamente arrollador con su "nueva" revista Pulgarcito y el plantel de creadores de lujo que la llevan a cabo, lo cierto es que por aquellas fechas las novelas románticas de Corín Tellado, así como los relatos del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía también obtienen colecciones propias que, junto a la vasta diversidad de títulos de tebeos existentes (El Campeón, Super Pulgarcito, Magos de la Risa...), conforman una riquísima oferta cultural que llena a rebosar, a precios más o menos populares, las estanterías de los kioskos de toda España.

Sí, no cabía duda de que el país por fin se había rendido incondicionalmente a la magia de la editorial, pero en el seno de la misma alguien debió pensar que no existía razón para tener que circunscribirse a frontera alguna, de modo que se decide probar suerte en ese descomunal mercado hispanohablante que saben que aguarda allén de los mares.

Así, en 1949 Francisco Bruguera parte rumbo a América del Sur, estableciendo allí toda una serie de oportunos contactos que brindan nuevas expectativas comerciales.

Efectivamente, algún tiempo después la "aventura americana" genera una entrada de divisas tan importante, que se hace innegable que la otrora modesta empresa familiar ya es todo un verdadero emporio editorial por derecho propio.

En 1951, en plena efervescencia creativa el sello lanza otro título de historietas (principalmente cómicas), que no tardará en convertirse en uno de los más exitosos de su extenso catálogo: el DDT contra las penas (posteriormente conocido como DDT "a secas").

Portada del primer número del mítico DDT contra las penas

El semanario, inspirado en la revista argentina Rico Tipo estaba concebido para un público adulto, lo que, en la práctica, suponía escasas diferencias con el resto de las publicaciones de la editorial, más orientadas hacia la infancia: la censura de la época permitía un muy estrecho margen de maniobra. Algunas desleídas alusiones eróticas (siempre sin salirse de la mojigatería imperante), fueron algunos de sus rasgos más distintivos.

Las portadas de aquellas primeras entregas estaban dibujadas por Cifré y Peñarroya. Colaboraron en ella varios de los más importantes autores de Bruguera, como los citados Cifré y Peñarroya, Carlos Conti, el peculiar Vázquez, o el propio director de la editorial, Rafael González Martinez. A diferencia de otras revistas de la editorial, el DDT concedía un gran interés a las secciones ajenas a la historieta, sobre todo humorísticas. Una de sus aportaciones fue la sección fija de textos humorísticos Diálogos para besugos, escrita con gran habilidad por Armando Matías Guiu.

Las claves del éxito de esta publicación probablemente radicasen en el alto grado de madurez de sus contenidos y en su innegable frescura y calidad, valores que vistos con la perspectiva -sin duda más cínica- de hoy en día quizá podrían parecer escasos o incluso inexistentes, pero conviene recordar que en aquellos días resultaban bastante más obvios a los ojos del gran público, convirtiéndose así en inconfundibles señas de identidad de la revista.

Próxima entrega: Aparece El Cachorro