Es usual admitir que cuando se lleva a cabo una adaptación de un medio a otro, la misma puede no contentar a todo el mundo justamente por el hecho de que lo que funciona de una forma puede no hacerlo de otra. Teniendo en cuenta que el cine es desde hace ya bastantes años muy proclive a eso de adaptar desde otros medios (valga de ejemplo lo rentable que le está saliendo a Marvel las películas basadas en los personajes de sus comics), los videojuegos eran todo un filón teniendo en cuenta las cifras que maneja dicha industria. Pero a diferencia de otras adaptaciones, que pese al cambio de un medio a otro han sido más afortunadas, aún se está a la espera de esa película basada en un videojuego que marque el género y logre convencer a crítica y público más o menos por igual.
De todas maneras si es cierto que lo mínimo que han logrado algunas (tampoco muchas) es ser un pasable entretenimiento (en su momento me gustó la de
Silent Hill de 2006), e incluso han dado para hacer su propia franquicia de cine (por ejemplo
Resident Evil, que empezó amena y
acabó terrible, sin haber visto en el momento en que escribo estas líneas
su reciente reboot) Eso lo digo desde mi punto de vista totalmente ajeno a sus orígenes, ya que el mundo de los videojuegos nunca me ha llamado la atención de manera especial, más allá de alguna escueta partida con el
Tetris o el
Super Mario.
Ahora se estrena Uncharted, centrada en las aventuras de Nathan Drake (a cargo del actor Tom Holland), un aventurero cazatesoros que desciende del histórico Francis Drake, y que aqui se nos presenta (tras un trepidante inicio en un avión que luego se desarrolla por completo en el último tercio del film) como un huérfano que recuerda a Sam, el hermano que se fue de su lado siendo ambos pequeños. Ya mayor, si bien esta película se tiene que considerar una precuela de todo lo que acontece en los varios videojuegos que ha tenido esta serie, nos lo vemos trabajando de barman en Nueva York, al mismo tiempo que roba lo que puede a sus clientes, pero siempre cual si fuera un fino ladrón de guante blanco. En uno de dichos hurtos conoce a Victor Sullivan (el papel de Mark Wahlberg), que le ofrece ir a la búsqueda del tesoro de Magallanes, cuyo valor actual sería de 5000 millones de dólares, ya que el citado Sullivan (o Sully) lo había investigado junto con Sam, el hermano del protagonista, por lo que tras su desaparición acude a él por si tiene alguna pista que le sirva.
Pero tras dicha fortuna también va Santiago Moncada (el villano encarnado por Antonio Banderas), cuya familia de rancio abolengo fue primordial tanto para el viaje original de Magallanes como en posteriores momentos históricos de España como las cruzadas, la Inquisición o el franquismo, por lo que considera que dicha fortuna le corresponde por derecho propio. A partir de ahi se establecen los elementos para una película que circula por todos los estereotipos del cine de aventuras centrado en la búsqueda de un tesoro (incluyendo una obvia mención a Indiana Jones), que me recordó en esencia a las dos entregas de La búsqueda con Nicolas Cage, que a su vez también se nutrian en esencia de las aventuras del popular arqueólogo inmortalizado por Harrison Ford de la mano de Steven Spielberg. Me imagino que con cantidad de guiños a los videojuegos de los que parte (creo que ese inicio en el avión, luego desarrollado, es uno de ellos) habrá que ver si nace aqui una segunda franquicia para Tom Holland (el actual Spider-Man de los films de Marvel)
Pero en última instancia lo importante es si Uncharted es una película aceptable y ahi la respuesta es que si... pero con matices. Aunque rememora el cine de aventuras al estilo de Indiana Jones y todos los sucedáneos que le surgieron con el tiempo (más lo que aporte de la propia base de la que parte), el conjunto no acaba de cuadrar debido a la química forzada entre Holland y Wahlberg, a unos personajes femeninos que son meros estereotipos (el de Tati Gabrielle es una femme fatale arquetípica, y el de Sophia Ali no parece más que el inevitable elemento romántico), y sobretodo a un villano que no acaba de convencer como tal, máxime cuando llegado a cierto punto su importancia se reduce a nada. Aún así tiene momentos funcionales, como todo el tramo que transcurre en Barcelona (pese a lo incongruente de encontrar un expositor de postales turísticas DENTRO de una iglesia), pero en resumidas cuentas este popurrí reciclador de géneros y estilos funcionará en proporción a la implicación del espectador a la hora de sentarse para verlo.
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