No me considero fan de la saga
Star Wars, para dejarlo claro de origen, pero lo que no negaré es la influencia que ha tenido en mucho público a lo largo de las décadas (entre los cuales si me incluyo) Puede sonar un tanto contradictorio, pero en mi caso admito haber disfrutado en 1983 con nueve años de
El retorno del Jedi (cuando mi madre me llevó al cine a verla) así como del resto, vistas luego en televisión. Aunque en su momento fueron tan criticados como
Jar Jar Binks admito aún tener por casa un muñeco de un
Ewok, que debido a mi corta edad reconozco que me flipaba.
Cuando en 1997 se cumplia el 20 aniversario de la trilogia original, la misma se reestrenó (con ciertos retoques) para darla a conocer a una nueva generación. Como es natural yo acudí al mismo, disfrutando de ellos así como del hecho de poder presumir que había visto
El retorno del Jedi tanto en su estreno como en el citado reestreno. Eso fue el anticipo que nos tenía preparado
George Lucas, porque justo dos años después dió inicio a una nueva trilogia, en este caso de precuelas, que no convenció a los fans de la saga... y a los que no puedo menos que darles la razón, pero con matices.
Pero ¿esto no tendría que ser una crítica del
Episodio VII? Si, lo es, pero antes me permito entrar en antecedentes, porque este
El despertar de la fuerza de
J.J.Abrams recien estrenado no solo abre nuevos caminos en la franquicia sino que también se vale de la nostalgia del espectador maduro. Y ahi tengo que reconocer que hay ciertos paralelismos entre el
Anakin Skywalker de las precuelas y el
Kylo Ren que aqui encarna
Adam Driver (aparte de cierto
GRAN spoiler que por aqui no citaré) porque mientras que en el caso del primero costaba ver al futuro y temible
Darth Vader, algo similar le sucede a este nuevo enemigo, que sigue la estela de tan mítico villano, sin nunca sobrepasar al ejemplo que toma para emular.