miércoles, 22 de diciembre de 2021

WEST SIDE STORY (2021)

Hay historias universales, y una de ellas es sin duda la de los amantes de Verona, la inmortal pareja formada por Romeo y Julieta. Quien más o quien menos, entre los que me incluyo, habrá visto alguna de las innumerables adaptaciones del famoso relato en todo tipo de formatos y formas, pero si hay una versión emblemática es la de West Side Story, que tiene el mérito de haber sido durante mucho tiempo la segunda cinta que más premios Oscar había conseguido (10, entre ellos los de mejor película y mejor director), antes de que los 11 de Titanic y El Señor de los Anillos: El retorno del rey, empatadas con Ben-Hur, la desplazaran hasta la cuarta posición. 
 
Pese a ello tengo que admitir que la tenía pendiente de ver, hasta que pocos días antes de acudir a ver la nueva versión de Steven Spielberg la emitieron en un canal televisivo local y me decidí por ella. Ante tan altas expectativas tengo que admitir que en principio me costó un poco "entrar" en el West Side Story de 1961, ya que en esencia la historia es sencilla pero los números musicales ralentizaban un poco el ritmo y desarrollo de la misma. Eso cambió cuando asistí a los temas más populares de esta obra: María, Tonight y América, con los que enseguida se me hizo más accesible, así como asimilar el evidente trasfondo social en lo que vendría a ser una alegoría de temas tan candentes en la actualidad (xenofobia, racismo, trato hacia los inmigrantes, etc.) como hace seis décadas, cuando la película original se estrenó en cines.
 
Y es que no voy a negar que la clásica historia de amor entre Romeo y Julieta es en esencia bastante sencilla como para que el resultado final esté sobre las dos horas y media de metraje (tanto en la versión de Robert Wise de 1961 como en la de Steven Spielberg de 2021), siendo esa una de mis reticencias hacia el primer visionado de la clásica, pero algo ya asumido de cara a su remake. Porque su argumento es tan sencillo como trasladar a las familias Montesco y Capuleto de la Verona italiana donde las situó William Shakespeare al Manhattan de mediados del siglo XX, transformándolas en dos bandas rivales de pandilleros (los Jets y los Sharks) Los jóvenes Tony y María, cada uno con afiliaciones a uno de esos dos bandos enfrentados, se conocerán y enamorarán, intentando desarrollar su historia de amor en un ambiente claramente hostil, en donde los acontecimientos no les ayudarán precisamente a ello. 
 
Sin nadie restarle méritos hacia la huella que el film de 1961 dejó en la historia del cine, se antojaba un poco arriesgado que Steven Spielberg decidiera dirigir su primer musical haciendo un remake literal de la obra original, lo que en un principio me llevó a recordarme de una operación similar que llevó a cabo Gus Van Sant en 1998 con su versión de Psicosis fotocopiada de la de Hitchcock de 1960. Pero lejos de aquel ejemplo con mejores intenciones que buenos resultados, en este caso Spielberg también tiene sus mejores intenciones con la obra primigenia, y consigue plasmarlas con adecuados resultados, demostrando aquello de que "la veteranía es un grado", y que con 75 años (desde el pasado 18 de diciembre) es un director lo suficientemente versatil como para permitirse hacer el remake de todo un clásico, después de haber tocado a lo largo de su carrera casi todos los géneros, y encima hacerlo de forma destacable.

Al tener yo tan reciente el visionado de la película de 1961 y de esta nueva versión de 2021 se me hizo más patente que, lejos de ser un mero duplicado sin entidad propia, Spielberg actualiza conceptos e ideas pero sin que los mismos lleguen a ensombrecer el tono clásico de la historia, que se sigue manteniendo. Entre esas novedades está un elenco más acorde a la etnia de los personajes que tienen que interpretar (algunos dirán que más "politicamente correcto"), permitiéndose además que en ciertos momentos se expresen en español (en la versión original) como evidente detalle de su procedencia (serían originarios de Puerto Rico) Como guiño hacia el film de 1961 se ha cambiado el personaje de Doc (interpretado allí por Ned Glass) por el de Valentina, interpretado aqui por una vibrante Rita Moreno que ya estuvo en la versión original, entonces encarnando al personaje de Anita.

Del reparto de este remake el nombre más conocido sería el de Ansel Elgort, a quien descubrí por su papel protagonista en Baby Driver, pero la sorpresa creo que es en femenino y por partida doble: la debutante Rachel Zegler encarnando a la protagonista María, y Ariana DeBose dando vida a Anita consiguen destacar sobre un bastante adecuado elenco: la primera enamorando al público y la segunda insuflando toda la fuerza y energía que requiere su personaje. EN CONCLUSIÓN estamos ante un remake que, respetando la obra original, la moderniza en ciertos detalles pero manteniendo su clasicismo, al mismo tiempo que confirma que Spielberg tiene la suficiente veteranía para atreverse con el género que le de la gana (aunque ya el Anything goes que cantaba Kate Capshaw al inicio de Indiana Jones y el templo maldito dejaba ver que podía manejarse con los musicales, y que sólo era cuestión de tiempo)
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