¿Hay animación más allá de la digital 3D y de la tradicional? (esta última quizás algo de capa caída desde el despunte de la primera) La respuesta sería un rotundo si, y entre esas otras maneras de narrar una historia mediante animación, una de las más entrañables para la mayoría de público que ya va teniendo una edad estaría en la de stop-motion, que nos dio joyas como Pesadilla antes de Navidad o, justo hace un año, la magnífica versión de Pinocho de Guillermo del Toro. De hecho si hay una productora que se hizo famosa por dicho tipo de animación (igual que, por ejemplo, Pixar marcó un antes y un después en la digital) sería Aardman, que fueron los responsables de Chicken Run: Evasión en la granja, la película más taquillera de toda la historia realizada en stop-motion, con más de 200 millones recaudados.
23 años después del citado film presentan ahora en Netflix su secuela, que continúa de manera coherente con las aventuras de sus plumíferas protagonistas, en este caso en una divertida trama enfocada de forma inversa a la de la primera entrega del año 2000: si en aquella el objetivo era la evasión, en este caso será la infiltración. La trama nos reencuentra con Ginger, Rocky y el resto de gallinas viviendo de manera pacífica en una isla, con un preámbulo que nos resume el primer film, empalmando con el nacimiento y primeros años de vida de Molly, la hija de los citados Ginger y Rocky. Pese a vivir en una comunidad bucólica, la citada Molly se siente prisionera, deseando salir de la isla donde viven y descubrir mundo por ella misma.
Su ansia de libertad la lleva a arriesgarse cuando ve un camión hacia lo que parece un idílico paraíso para las gallinas, del que pronto descubre su "verdadera" vertiente; mientras que sus progenitores y el resto de amigos forman un grupo de búsqueda y rescate para devolverla al seguro redil de su paradisíaca isla. A partir de esa premisa, basada en el guion de Karey Kirkpatrick, John O'Farrell y Rachel Tunnard sobre la idea original de Sam Fell (también director de esta secuela) se desarrolla una historia con una destacable agilidad narrativa, logrando un ritmo trepidante que se mantiene casi a lo largo de todo su metraje, sustentado en un humor quizás no tan británico como el de la primera cinta, y si con un objetivo más claro de pura y simple diversión, sin por ello restarle méritos al resultado final. Con esto me vengo a referir que todo está hilvanado para el desarrollo de cada personaje según su personalidad y vivencias a lo largo del film, sin caer en una mera sucesión de momentos más o menos graciosos, engarzados con cualquier mera excusa.
Si la comparativa, en el caso de la primera entrega, estaba en clásicos del cine como La gran evasión, en esta ocasión el objetivo está en el cine de espías de los años 60, tomando claras referencias tanto en las primeras entregas de James Bond como en la serie televisiva original de Misión Imposible, que se hacen evidentes en toda la parafernalia del lugar donde tendrán que infiltrarse. Su (relativo) handicap estaría en una mayor vertiente hacia lo cómico que hacia lo irónico (que era más sobresaliente en la película previa del 2000), lo cual puede decepcionar un tanto al espectador adulto que busque una cierta profundidad o una mayor ambición en la historia, más allá de su propuesta básica. De hecho es muy evidente que esta secuela de Sam Fell, responsable de otras cintas de animación como Ratónpolis o El alucinante mundo de Norman, no es tan incisiva como lo fue la primera aventura de estos personajes a cargo de sus creadores Peter Lord y Nick Park, decantándose (lo cual tampoco está mal) por el sencillo entretenimiento.
CALIFICACIÓN: Entretenida (3/5)
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- FICHA TÉCNICA y SINOPSIS en IMDB (en inglés) y FilmAffinity (en español)
- FECHA DE ESTRENO EN NETFLIX: 15 de diciembre de 2023.
- Galería de posters por este enlace.
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