miércoles, 31 de octubre de 2018

REGRESO A LA CASA DE LA COLINA: LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE


Siempre que puedo aprovecho para difundir la que considero sin dudarlo una de las grandes películas del cine de terror de todos los tiempos: The Haunting, dirigida por Robert Wise en 1963. Adaptaba la entonces reciente novela The Haunting of Hill House de la escritora Shirley Jackson, y a España –si no estoy equivocado– sólo llegaría décadas después y a través de la pequeña pantalla con el título de La casa encantada (posteriormente aparecería en DVD como La mansión encantada).

La propuesta argumental tanto del largometraje como del libro es sencilla. De hecho, se repetiría a menudo a partir de entonces en muchas obras de ficción tanto literarias como fílmicas –Richard Matheson escribiría en 1972 La casa infernal, también llevada al cine, y con un sospechoso parecido con el libro de Jackson–: un pequeño grupo de personas se hospeda en una aislada y vetusta mansión que acarrea una funesta fama y se dice está encantada, con objeto de investigar los supuestos fenómenos que acontecen en ella. Es la Mansión Crain, la Casa de la Colina. El reparto principal lo conformaban Richard Johnson, Julie Harris, Claire Bloom y Russ Tamblyn.

¿Dónde está la originalidad de The Haunting? Aparte, como se ha dicho, de que pueda ser una de las primeras películas que plantee ese argumento hoy día tan común, el gran acierto de Wise al trasladar a la pantalla el texto de la señora Jackson radica en utilizar la sugestión y la ambientación para crear un clima de terror sobrenatural más psicológico que físico (sensación que el director refuerza con un recurso tan arriesgado en la narración audiovisual como es la voz en off). Por medio de sombras, planos con perspectivas diagonales o atípicas, contrapicados y sobre todo gracias a una trabajada dirección artística y unos cuidadísimos decorados, la película provoca una tremenda inquietud y un asfixiante desasosiego en el espectador que acepte el reto de entrar en Hill House. Y es que el terror que se sabe insinuar más que mostrar, aquel que sabe llegar sutilmente al inconsciente del espectador incluso antes que a sus sentidos visuales o auditivos, es el que más logra cautivar y conseguir su verdadero propósito: dar miedo.

El remake
Esta lección no la debió aprender muy bien Jan de Bont cuando, en 1999 se puso al frente de la nueva adaptación para la pantalla de la novela en la que Liam Neeson, Lilli Taylor, Catherine Zeta-Jones y Owen Wilson heredaban los papeles principales. Aquella enervante atmósfera lograda por Wise con simples movimientos de cámara, encuadres  o sonidos más de treinta años atrás fue sustituida en este remake por risibles fantasmas infográficos que llegan al colmo de la ridiculez en una especie de “clímax” final en el que la casa parece desatar todas sus fuerzas contra los protagonistas y los técnicos de efectos especiales del film aplicar todo su repertorio de trucos. Aunque se pueda pensar que mi opinión no sea del todo objetiva por lo mucho que admiro la película original, creo que esta nueva The Haunting de de Bont (para más inri subtitulada en España La guarida, como si de una cueva de ladrones o una madriguera de animales se tratara) está casi unánimemente considerada un fiasco con poco margen de discusión.

Algo bueno trajo el tremendo desatino artístico de de Bont, y es que por fin el libro de Shirley Jackson apareció traducido al español (si lo había hecho antes, es algo de lo que no tengo constancia): la publicó Plaza y Janés el mismo año del estreno del remake y con el título y portada de este. Posteriormente (2008) fue reeditado por toda una editorial especializada en literatura de terror como es Valdemar, concretamente en su serie Gótica, con el nuevo título de La maldición de Hill House. Aunque yo personalmente tengo la primera versión citada de la novela, recomiendo esta segunda por la tremenda calidad de material y presentación de la colección de Valdemar.

La serie
Y por fin llegamos al proyecto que ha motivado este artículo, pues en este mismo mes de octubre de 2018, Netflix ha estrenado una serie de 10 capítulos que nos propone regresar a la tétrica mansión de los Crain y que, por primera vez, respeta el título íntegro del libro: The Haunting of Hill House (aunque en nuestro país ha recuperado el de la novela editada por Valdemar, citado en el anterior párrafo). Tras la nueva propuesta está Mike Flanagan, creador de la serie, director de todos sus episodios y guionista de parte de ellos. A la cabeza del reparto veteranos como Timothy Hutton, Carla Gugino y Henry Thomas, el inolvidable Elliot de E.T., el extraterrestre.

Ahora bien, no estamos ante una adaptación más o menos fiel a la fuente literaria, como lo fueron las dos versiones cinematográficas de esta: Flanagan propone varias vueltas de tuerca a la historia de Jackson y se aleja considerablemente de ella, aunque casi todos sus personajes, muchas de sus situaciones, y buena parte de los diálogos y pasajes de la novela están metidos en la serie de una manera u otra. Para empezar, los Crain no son la familia constructora y residente de Hill House (lo fue la familia Hill, aunque pueda parecer una obviedad): Hugh Crain, su esposa Olivia y sus cinco hijos sólo se alojan temporalmente en la dichosa mansión durante un verano para adecentarla y ponerla a la venta. Sin embargo, esta breve estancia traerá funestas consecuencias y marcará las vidas de los componentes de la familia. Y aquí llega otro de los grandes cambios de la serie: la acción de la historia ya no se centra en unos pocos días dentro de un solo lugar, sino que alterna dos líneas temporales separadas entre sí veintiséis años: los acontecimientos vividos por los Crain en los primeros 90, residiendo en la mansión, y los sucesos que, en la actualidad, con los niños ya adultos, les obligarán a volver a la pesadillesca casa. Así pues, Theodora, Nell y Luke –tres de los visitantes originales de Hill House en el libro y en los dos largometrajes, sin parentesco alguno en ellos y desconocidos entre sí al principio de la historia– resultan ser ahora hermanos, mientras que el doctor Montague no existe como tal, y se transfigura en el personaje del escritor sensacionalista Steven, quien junto a Shirley (un claro guiño a la creadora de la novela), conforma la respetable prole de los Crain.

A lo largo de las casi diez horas de duración de la serie, Mike Flanagan irá entretejiendo y cruzando las dos líneas temporales, yendo y viniendo hacia delante y hacia atrás en el tiempo, adelantándonos, insinuándonos y, finalmente, desvelándonos las muchas intrigas y misterios que rodean a los protagonistas, lo ocurrido más de dos décadas atrás en Hill House.

Mi mayor miedo al abordar esta nueva versión era que se rigiera por las pautas que está imponiendo el cine comercial moderno de fantasmas, que personalmente considero de muy mala calidad. Me temía sustos facilones continuos y truculencias y monstruos a mansalva, pero debo decir que no ha sido así: es cierto que el director utiliza alguno de esos trucos poco arriesgados en momentos puntuales, y que, por supuesto, no alcanza la elegancia de Wise con la primera adaptación del libro: veremos a más de un espíritu hacer acto de presencia, pero, en general, La maldición de Hill House antepone el buen drama y unos personajes con entidad al efectismo gratuito y no deja que maquillajes e infografía dominen la función. Hay, por ejemplo, un episodio que prácticamente transcurre en un mismo lugar con los miembros de la familia Crane discutiendo entre ellos que me pareció soberbio por la atmósfera que consigue. Flanagan incluso se vale de algunos recursos sutiles como figuras, manos y caras en los fondos de varias imágenes que apenas son visibles para el espectador.

Sin querer revelar demasiado sobre la serie, y sin querer tampoco extenderme más con este homenaje a la novela y a sus versiones para la pantalla grande y pequeña, tan sólo acabar diciendo que la he disfrutado mayoritariamente y que la considero recomendable, objetando sólo dos pequeñas trabas: el episodio final no me parece a la altura de los anteriores y hace perder algunos enteros a la serie, y, en determinados momentos, la inclusión de otras líneas temporales aparte de las dos ya citadas (por ejemplo, de otros momentos más recientes de las vidas de los personajes) puede confundir al espectador y despistarlo de la trama principal.

Os invito a visitar Hill House si os atrevéis… en la noche, en la oscuridad. Eso sí, si tenéis ocasión, entrad primero en la mansión original, la que creó Robert Wise en 1963. En realidad, la serie y la película son tan diferentes que una no os va a chafar la otra y, además, vais a poder comparar cómo abordaron sus respectivos directores la novela ya clásica de Shirley Jackson. (Por cierto, el mismísimo Russ Tamblyn, uno de los dos actores supervivientes de La casa encantada, tiene un pequeño cameo en uno de los episodios dirigidos por Mike Flanagan.)

(Como comentario personal ajeno al tema del artículo, me gustaría apuntar que, viendo a Michael Huisman en la serie, se me ha antojado que podría ser un muy digno sucesor de Harrison Ford si alguna vez se piensa en un nuevo Indiana Jones. Existe un parecido destacable entre ambos actores).

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