Con el noveno y último episodio de su tercera temporada finalizaba este pasado domingo la serie coproducida por el Reino Unido, Irlanda y EE.UU.
Penny Dreadful. Sus creadores esperaron a que concluyera para hacer oficial su cancelación, pero era algo que se veía venir, pues a esas alturas no se había comentado absolutamente nada sobre una posible renovación para el 2017.
Me entristece sobremanera que concluya así precisamente el espacio televisivo que más me ha gustado en estos últimos años, pero quizá haya que recurrir a aquello de que “lo bueno, si breve…” y agradecer que la serie no se extienda más allá de lo razonable y sostenible y acabe languideciendo y perdiendo interés y calidad como parece que es inevitable con este tipo de creaciones audiovisuales cuando su producción y su emisión se alargan durante años.
Comenta el creador de
Penny Dreadful,
John Logan, que no se cancela por razones de audiencia, sino que ha sido una decisión voluntaria de sus artífices, y que básicamente había sido concebida con idea de concluir en su tercera temporada. Me resulta un tanto increíble que sea así, pero entiendo que una creación como esta –ambientada en el siglo XIX y con un impresionante despliegue de medios visuales e infográficos– sea muy costosa y también –por suerte o por desgracia– que por su temática, su particular estética y ambientación pueda no ser del gusto del gran público. Sea como fuere, las aventuras y desventuras de esta particular “Liga de los Caballeros Extraordinarios” bastarda y alternativa –que, sin embargo, como comentaba en
este artículo del pasado año, es mucho más fiel a la obra de Alan Moore y Kevin O´Neill que la lamentable adaptación oficial al cine de 2003– llega a su fin tras estas tres temporadas, compuestas, respectivamente, de 8, 10 y 9 episodios. Nos quedamos con las ganas de ver más desarrollados personajes como ese
Doctor Jekyll que nos presentaban este año o la peculiar tanatóloga
Catriona Hartdegen, también nuevo fichaje; incluso de asistir a lo que creíamos una próxima aparición de la mítica momia Imhotep, a la que se menciona en un capítulo… También tengo la impresión, a nivel personal, de que el final se ha forzado un poco, aunque tampoco es impensable que la serie –o algún tipo de spin-off, tan de moda ahora– pudiera continuarse si hay el suficiente interés.
De esta última temporada, destacar también la incorporación de un villano de lujo como el mismísimo Drácula, seguido de cerca por su fiel Renfield y por una versión femenina del Doctor Seward, así como la de los personajes encarnados por actores de la talla de Wes Studi –que da vida a un chamán apache– o Brian Cox –padre del de Ethan Chandler–, entre otros. Durante algunos episodios, la acción se trasladó del oscuro y neblinoso Londres al mismísimo Oeste americano, una nota pintoresca y colorida que estuvo lejos de ser desagradable. Se repartió el protagonismo entre el enorme plantel de personajes, lo que quizá nos privó de la posibilidad de ver a alguno enteramente desarrollado y aprovechado, pero así pudimos saber más también sobre Dorian Gray y su amante Lilly o sobre la infortunada criatura de Frankenstein, con la que quizá se rizó demasiado el rizo al forzar tanto su vínculo con Vanessa Ives.
El final de Penny Dreadful deja un pequeño huequecito vacío en mi corazón televidente. Soy más partidario de los largometrajes que de las series, veo muy pocas de estas y escasas son las que logran apasionarme tanto como esta que ahora nos deja; de hecho, con la reciente conclusión de Banshee, creo que ahora mismo no queda ninguna en el horizonte que me llame verdaderamente la atención…