sábado, 12 de enero de 2013

LAS SUPERGAFAS DE CLARK KENT

 

Hoy quiero compartir con todos vosotros una reflexión acerca de algo que siempre, incluso desde niño, me llamó poderosamente la atención: me refiero a la falta de cuidado de Clark Kent/Superman para con su identidad secreta, y al mismo tiempo, lo inexplicablemente bien que al susodicho le resulta (¡y desde hace nada menos que 75 años!), tan precario sistema de ocultación de identidad.

Es por todos sabido que los superhéroes (vaaaaale, no tooooodos, pero sí una inmensa mayoría) han gustado de enmascararse desde tiempos inmemoriales. Aunque en ciertas ocasiones el concepto que los lleva a cubrir su rostro, ya bien sea de manera total o parcial, no ha quedado demasiado claro (que si por proteger a sus seres queridos, que si por actuar de manera altruista sin querer acaparar los méritos de sus acciones...¡qué sé yo!: cincuenta mil razones), lo cierto es que una vez asumida esta práctica como un dogma casi incuestionable, hay que admitir que el misterio que otorga esa doble personalidad tiene su puntillo. ¿O no?.

Pero por lo que se ve, parece que Superman juega en otra liga (y no, amigos, no me refiero a la de la Justicia). Quiero decir que el tipo va por libre, a lo suyo, y nunca ha estado demasiado dispuesto a perder más de dos minutos en idear un plan mínimamente elaborado para camuflar su rostro.

Y es que ya no es que el Supes haya decidido prescindir de una máscara, que prescinde, sinó que ni siquiera se ha tomado la molestia de ponerse ni un mísero antifaz.

¡Será chulito, el muy hijo de Krypton!.

¿Es que acaso no es consciente de que así puede permitirle adivinar muy fácilmente a la opinión pública, al mostrar gratuitamente su rostro, que el portador de las mallas es una persona de raza caucásica? (lo que en una hipotética investigación para desentrañar su identidad civil ya permitiría descartar automáticamente a todos los miembros de otras razas, lo que sería una pista fundamental). Ese simple "descuido" del héroe nos da las claves precisas para saber que todos los millones de asiáticos, hispanos, y gente de color que habita el planeta quedan instantáneamente fuera de la investigación, y estaréis de acuerdo conmigo en que eso ya reduce considerablemente las papeletas para jugar al "quién es quién".

También por sus rasgos físicos podemos apreciar perfectamente que no se trata ni de un chicuelo, ni de un anciano, sinó de un hombre de mediana edad, lo que sigue reduciendo poderosamente el espectro de sospechosos.


 Y por si lo dicho hasta ahora os parece poco (que no creo), os invito a reflexionar también acerca del curioso hecho de que el héroe lleve las manos desnudas.

Yo no tendría más de seis o siete añitos cuando se me ocurrió pensar que de encontrarme en la piel de un supervillano obsesionado con acabar con mi archienemigo (típica obsesión de todo supervillano que se precie de serlo), para descubrirlo me bastaría con acudir dando un paseo a cualquiera de las escenas de sus super-andanzas, una vez que el tipo se hubiese largado, y ponerme a tomar tranquilamente huellas dactilares de cualquier superficie lisa que le hubiese visto tocar. Luego, ya al abrigo de mi siniestro laboratorio secreto de última tecnología, me metería (como el hacker experimentado que sería) en los archivos de la policía metropolitana para contrastar dichas huellas, hasta hacerlas coincidir con las del ciudadano correspondiente, que casualmente, siguiendo mis sospechas... ¡Voilà!, ¡pertenecería a la raza caucásica!.

-"¡Oh, pero que sorpresa tan grande me he llevado!" -diría entonces, casi mudo de asombro -"¡si resulta que Superman era Clark Kent, el tímido y torpe reportero del Daily Planet, que casualmente nunca está presente cuando aparece Superman (y viceversa)!. ¿Pero cómo hubiera podido adivinarlo, si siempre se sirve del "plan maestro" de peinarse diferente y llevar esas malditas gafas puestas?".

Que levante la mano quien no reconocería DE INMEDIATO a cualquier vecino, pariente o amigo si de pronto apareciese con el cabello peinado de otro modo y unas gafas puestas. Se conoce que en cambio, los habitantes de Metrópolis deben tener algún problemilla visual (o quizá ya directamente neuronal).

También se ve que los supervillanos de la zona deben discurrir menos que un niño de siete años, capaz de elaborar la idea anteriormente comentada para descubrir la identidad secreta del héroe.

De los Perry White, Lois Lane o Jimmy Olsen de turno mejor ya ni hablamos... ¡eso sí que es periodismo de investigación!, ¿eh, amiguitos?. Se ve que deben estar altamente cualificados para ejercer la profesión que desempeñan. ¡Eso es ganarse el pan que se comen!.

Y conste que esto no es en modo alguno un ataque a Superman, ¿eh? (os diré que aún con todas las incongruencias señaladas sin duda se trata de mi segundo superhéroe favorito). Sólo quise compartir con vosotros algo que he venido pensando desde que era muy jovencito, y de paso, si fuera posible, haceros esbozar una pequeña sonrisa por la manera de relatar tales obviedades.

También os diré que una de las cosas por las que siempre me fascinó Spider-Man (aparte de por su sentido del humor gamberro, que además es tan próximo al mío), fue porque su disfraz no muestra ni un sólo milímetro cuadrado de su piel (fijáos que por no mostrar, ni siquiera muestra el color de sus ojos). Eso es algo que hace completamente imposible intuir a que raza pertenece, o cual puede ser su edad aproximada. También, al llevar guantes, jamás dejará huellas dactilares tras de sí, lo que a mi entender lo envuelve en un fascinante halo de misterio, del que por el contrario no goza el bueno de Superman. Y Batman se habría quedado a medio camino entre ambos.

1 comentario:

  1. Pues sí que es curioso, sí. A mi, en mi infancia, lo que más me preocupaba era saber qué pasaba con la ropa que se iba dejando tirada por todas partes. Las gafas siempre me parecieron como las de las secretarias de 1,2,3.

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