Aunque pienso mantener activo este blog (bueno, al menos tan activo como venía estando en los últimos meses, que no era mucho, la verdad), quiero informaros que acaba de salirle un "hermano pequeño". Se llama
Hablemos de Spider-Man.
¿Y por qué para hablar de
Spider-Man he tenido que crear un espacio aparte? Pues veréis: como muchos de vosotros ya sabéis, desde que tengo memoria siempre me gustó. ¿Acaso no se nota? Aunque muchas veces he tratado de recordar como y cuando lo conocí, lo cierto es que me cuesta decirlo con exactitud, pero creo que muy probablemente fuera tal y como explico
en este enlace.
En cualquier caso me parece que el término empleado se queda un tanto corto, ya que "gustar" es un verbo que no abarca -ni de lejos- el tamaño de mi desmedida devoción por este condenado personaje. Hubo una época, cuando era bastante más joven, que mi pasión por el arácnido más famoso de
Marvel rayaba en la obsesión, y si bien con los años aprendí a moderar un poco ese curioso instinto primario, lo cierto es que huelga decir que aún a día de hoy me sigue pareciendo, de lejos, el mejor
superhéroe de todos los tiempos (aunque haya otros, que los hay, que también me gusten mucho).
Ya sabéis de que va la cosa... como
Peter Parker, y seguro que como muchos de vosotros, yo también fui el clásico estudiante solitario y un poquito (bastante) inadaptado que tanto en el aula como en el patio del recreo se sentía a millones de años luz de los grupitos dominantes, mientras suspiraba en silencio por la niña más guapa de clase aunque le constaba que ella jamás se fijaría en él.
Y de nuevo también como
Peter Parker, y seguro que otra vez como muchos de vosotros, perdía el culo por ser un tipo que en secreto albergara algún increible súper poder que me diferenciara del resto y me permitiera, llegado el caso, salvar a la mencionada jovenzuela si ésta se viera en serios apuros. Yo que sé, por ejemplo acechada por un demente vestido de Duendecillo que a lomos de una especie de patín volador arrojase calabazas explosivas a diestro y siniestro, o quizás por algún científico chiflado armado con unos mortíferos brazos mecánicos. Lo típico. Sea como fuere yo acabaría fácilmente con cualquiera de ellos, que para eso era un
superhéroe, que caray. Y claro, como suele ocurrir ante semejantes hazañas de épicas proporciones, a ella no le quedaría más remedio que caer rendida de amor en los fornidos brazos de su gallardo benefactor, que entonces, tras prolongar unos instantes más el halo de misterio que lo envolvería, se quitaría la máscara para desvelar aquel rostro que no sería otro más que el mío, y todo ello antes de fundirnos, salvador y salvada, en un pasional beso de película. Suena bien... ¿eh? La única pega es que ese sueño nunca se haría realidad para ninguno de nosotros. Bueno, para ninguno excepto para
Peter Parker, el asombroso
Spider-Man (o el asombroso
Hombre Araña, tal y como yo lo conocía en aquel entonces).
¿Comprendéis ahora por qué diablos aquellos cómics eran como una droga dura para mí?. A través de sus páginas, en mi imaginación yo era
Peter Parker, y por extensión
Spider-Man. Y ése creo, o mejor dicho, estoy seguro, que fue -y sigue siendo- el secreto de su enorme éxito. El carisma y la empatía que transmite el anónimo perdedor que con sólo ponerse una máscara se convierte poco menos que en un Dios. Un tío cachondo y vacilón capaz de enfrentarse a cualquier situación que se le ponga por delante, aunque en cuanto pisa tierra firme y vuelve a vestirse de paisano vuelve a tener problemas mundanos similares a los tuyos y a los míos. Eso es, en esencia,
Spider-Man. Un personaje genial de quien en el fondo, todos tenemos un poco. Un héroe tan rico en matices, que aún teniendo su leitmotiv sustentado en el temprano asesinato de su figura paterna, como sucede en el caso de
Batman, no se vuelve por ello un personaje torturado, oscuro y vengativo como le sucede al famoso
Hombre Murciélago, si no que se convierte en un ser luminoso y alegre quizás más próximo a
Superman, con quien comparte no sólo los colores rojo y azul del uniforme, si no también una más que obvia similitud en su nombre "de guerra".
Y por todo ello, queridos amigos, os lo diré una vez más: hablemos de
Spider-Man. Para ello ha nacido ése humilde blog, hermano pequeño de este que leéis ahora mismo. Para hablar de nuestro
superhéroe favorito. De su apasionante historia y su trascendental influencia en la cultura popular de las últimas décadas. Sus creadores y sus circunstancias, sus sagas más míticas, sus películas y series de televisión, noticias de actualidad, curiosidades y anécdotas, en fin... ¡todo lo que rodea al genial personaje que tanto nos ha hecho soñar!
¿Os animáis pues a trepar a la telaraña que os tiendo para participar en tan apasionante debate? Seguro que será un viaje fantástico. Allí os espero para recorrerlo juntos. No me falléis.