Aquellos que me conozcan un poco, sabrán que uno de mis temas preferidos (con permiso de
Spider-Man) es el que abarca toda la mitología concerniente a
Jack el Destripador. Y no, antes de que nadie me repita la gastada broma (que tantas veces me han hecho ya) sobre si admiro a un asesino en serie, me apresuraré a aclarar que no es el asesino propiamente dicho lo que me produce tan extraña fascinación, sinó las increíbles circunstancias que llevaron a tamaño malhechor a ser capaz de volatilizarse para toda la eternidad entre las manos de sus numerosos perseguidores -entre los que cabría destacar a su némesis, el célebre
inspector Abberline-, como si tuviese la sobrehumana facultad de volverse tan incorpóreo como la misma niebla desde la que súbitamente surgía con demencial ímpetu para saciar su sed de sangre.
Hoy, la figura de
Jack the Ripper (su apodo original, que aquí tradujimos erróneamente como
Jack el Destripador cuando más bien hubiésemos debido traducirlo como
Jack el Desgarrador) ha trascendido con mucho los límites de la macabra familia de los asesinos seriales, para convertirse en todo un fenómeno social, un auténtico icono de los siniestro dentro del imaginario colectivo. Un personaje ciertamente audaz, que mientras se jugaba la horca a la que habría sido condenado sin remisión en caso de haber sido atrapado, se divirtió jugando al gato y al ratón con un
Scotland Yard al que ridiculizó en extremo. Las brumosas y estrechas callejuelas del barrio bajo de
Londres y la silueta de un hombre elegante y bien vestido recorriéndolas, han sido (con mayor o menor fidelidad hacia los hechos históricos) una fuente inagotable para la literatura, los cómics, el cine y el teatro de todos los tiempos. Su fama se convirtió en
leyenda, tanto por la crueldad de las aberraciones perpetradas, como por el misterio de su identidad así como su inexplicable y repentina desaparición.
Hoy vamos a repasar algunas de las más célebres incursiones del amigo
Jack en diversos medios, pero siempre desde la lúcida certeza de que nombrarlas todas sería poco menos que imposible. Ahora bien: creo que antes de meternos en harina convendría hacer un "pequeño" repaso a los hechos históricos, que es bien sabido que demasiado a menudo la realidad supera a la ficción (aunque antes de saltar en el tiempo quisiera advertiros que algunas de las imágenes mostradas a continuación, así como ciertas descripciones
pueden resultar bastante desagradables para estómagos sensibles, así que avisados quedáis...)