Por lo tanto, aquel que tenía el talento -o como mínimo la inquietud- de crear una obra artística de diversa índole (literaria, pictórica, escultórica, musical...) como se suele decir, o tenía "padrinos" o no se bautizaba. Triste, pero cierto.
Así, el viacrucis particular de los músicos de culo inquieto era grabar una maqueta (y tras sufragar una pequeña tirada) tratar, a duras penas, de distribuirla entre conocidos, emisoras de radio y casas discográficas. Tres cuartos de lo mismo sucedía con escritores y/o dibujantes: tener que conformarse con plasmar sus paranoias variadas "editando" un fanzine cutre en B/N elaborado a base de máquina de escribir, cola de parvulario, fotocopias y grapadora, para después regalarlo o malvenderlo por ahí a cuatro gatos, amén de tratar (infructuosamente) de contactar con algún editor.