Sin apenas haber salido aún por estos lares de la resaca de la secuela de Los Vengadores, seguimos con crítica cinematográfica en el siempre agradecido apartado de las adaptaciones tebeísticas. Esta vez le toca el turno a Astérix: La Residencia de los Dioses.
Y es que sin duda, éste parece que definitivamente será el año de los galos. Al estreno de la citada película hay que sumar la inminente aparición de un nuevo álbum de la saga, el número 36, que llevará por título El Papiro del César y se pondrá a la venta el próximo 22 de octubre.
Pero volviendo al tema que nos ocupa hoy, y que no es otro que la peli: antes de nada, he de deciros que creo que al fin se ha tocado la tecla adecuada, y me explico. Desde la película de dibujos animados Astérix el Galo (1967), hasta la película de imagen real Astérix y Obélix: Al servicio de su Majestad (2012), la calidad ofrecida por nuestros queridos galos en el mundo del celuloide ha sido bastante irregular (pero en general -admitámoslo- más bien tirando a floja).
Las pelis de dibujos de estos personajes tienen algo de "quiero y no puedo", unas a causa de una pobre animación, otras por tomarse demasiadas licencias respecto a los (de por sí geniales) álbumes en que se basan. Las de imagen real... pues peor todavía. Tratar de trasladar un universo tan delirantemente surrealista a un mundo físico, con seres de carne y hueso, siempre me pareció un craso error que se me atraganta casi desde el minuto uno de visionado (igual que me ocurre con las dos de imagen real de Mortadelo y Filemón).
Y ahí es donde vuelvo a insistir con lo de que al fin se ha tocado la tecla adecuada. Así como los citados agentes de la T.I.A. han sabido encontrar -de una vez- su elemento idóneo en los fueros de la más soberbia animación digital, igual suerte corre este Astérix de Louis Clichy y Alexandre Astier.
Me congratula enormemente poder decir que tras años dando tumbos en sucesivos intentos frustrados por encontrar la mejor manera de saltar a la gran pantalla, AHORA SÍ, tanto Mortadelo como Astérix pueden sacar pecho con merecido orgullo. Han encontrado su lenguaje. Ya no desentonan. Ya son disfrutables en toda su gloria.
En cuanto a la historia en sí, si habéis leído el álbum número 17 de la saga (del mismo título), publicado en 1971, poco o nada tengo que añadir, ya que os diré que el argumento de la peli se trata prácticamente de un calco, viñeta por viñeta, de lo que allí es narrado. No se toman innecesarias licencias, y a mi humilde entender, ese es todo un punto a su favor. Purista que es uno.
Debe tenerse en cuenta que la historia adaptada pertenece de lleno a la primera época de la cabecera (la que engloba los 24 primeros títulos), que es cuando Goscinny estaba al frente de los guiones (por lo que éstos todavía se hallaban plagados de guiños, juegos de palabras, homenajes velados, dobles sentidos, crítica social y en definitiva, todo un derroche de humor inteligente como jamás volvería a conocer la serie).
Aquí os dejo el tráiler:
La Residencia de los Dioses, tanto en el cine como en el papel cuenta con todas esas virtudes, y sólo por eso os diré que es una gran, gran película, que espero no sea la última. Mi puntuación es de 8 sobre 10. Hum... ¡ejem!, ¿queda claro que me gustó?.
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