Fui un voraz consumidor de cómics hasta poco antes de llegar a la mayoría de edad. Para entonces había encontrado nuevos intereses o reafirmado otros ya antiguos que me apasionaban más que la degustación de viñetas. Nunca he abandonado enteramente el llamado 9º Arte, pero mis incursiones en ese terreno durante las pasadas dos décadas y media han sido más bien escasas. Precisamente una de las pocas series de cómics que he seguido con interés ya entrado este siglo XXI ha sido La Liga de los Caballeros Extraordinarios, concebida por el infame guionista Alan Moore, ilustrada por Kevin O´Neill, y publicada inicialmente por la editorial británica America´s Best Comics, y, en España, por Planeta-DeAgostini.
No recuerdo exactamente cómo descubrí el tebeo; creo que muy probablemente por recomendación de un amigo. Me llamó la atención. Era imposible que no lo hiciera siendo un gran aficionado a la literatura romántica, gótica y victoriana porque, ¿qué era lo que aparecía en su portada? Toda una serie de personajes de algunas de las novelas más famosas de dichos períodos, obras y autores todos a los que había leído desde bien joven.
Mi primera impresión fue que el cómic trataba sobre una especie de grupo de superhéroes decimonónicos. No iban por ahí los tiros, todo lo contrario. Aquellos “caballeros extraordinarios” eran más bien antihéroes, por no decir obvios parias sociales, individuos con serios traumas personales algunos, y de dudosa moralidad los otros, eso cuando no se daban cita ambas características en un mismo personaje: el Doctor Griffin, el Hombre Invisible de H.G. Wells, era un depravado que aprovechaba sus poderes para, entre otras cosas, violar a colegialas ingenuas; el Capitán Nemo de Jules Verne era un pirata hindú que se había convertido en el azote de la flota británica, a la que atacaba sin piedad con su moderno submarino Nautilus; Allan Quatermain, el otrora famoso cazador y explorador de las novelas de H. Rider Haggard, se había convertido en una vieja leyenda olvidada que languidecía en un perdido poblado africano atiborrándose de opio; el Doctor Jekyll de Robert Louis Stevenson era poco menos que un paranoico que vivía en continuo estado de ansiedad aterrado porque apareciera su alter ego, un brutal y monstruoso Mr. Hyde más cercano en aspecto al Hulk de Marvel que al personaje malvado pero más humanizado que siempre asociamos a ese nombre; por último, la Mina Murray de Bram Stoker había sido despreciada por la sociedad y por su propio exmarido debido a un supuesto adulterio con “un extranjero” (obviamente, Drácula) que le había dejado, por cierto, terribles cicatrices (nada de “dos puntitos”) en un cuello que ella siempre lleva tapado. Curiosamente, el único personaje femenino de la liga demuestra ser el más cabal, equilibrado e inteligente; no es de extrañar que rápidamente se erija en líder de este peculiarísimo grupo.
Portadas de los seis números del volumen I (1999-2000). Hoy día pueden encontrarse todos juntos en un estupendo tomo de tapa dura. |
Volúmenes I y II (1999-2003)
The League of Extraordinary Gentlemen irrumpe por primera vez en los kioskos y librerías en 1999, en la forma de una serie de 6 cómic-books estándar de 28 páginas cada uno (cuatro de ellas con un relato). En una desasosegante Inglaterra de estética steampunk, exactamente en 1898, los cinco personajes son reclutados por el gobierno de Su Majestad debido a sus características excepcionales para hacer frente a un temible enemigo que acabará revelándose nada más y nada menos que como el mismísimo Fu Manchú. A lo largo de esa media docena de números nuestro grupo tendrá, no sólo que sacar a la luz y poner fin a todas las intrigas del criminal asiático, sino también que hacer frente a sus propias fobias, inseguridades y desavenencias. Sin ir más lejos, Mr. Hyde es poco menos que una bomba de relojería que, cuando estalla, se dedica a desmembrar al primero que pilla, sin importar si es amigo o enemigo –solamente la gentil Mina parece capaz de contenerle y de llegar al escondido corazoncito del hombre bestia–, Griffin es un delincuente sin escrúpulos en el que no se puede confiar, a Quatermain le cuesta mantenerse “limpio” y no volver a su adicción, y Nemo no parece demasiado interesado en ayudar a una nación a la que detesta…
El volumen II de la Liga llega dos años después de que finalizara el primero, en 2002, aunque en la ficción transcurre inmediatamente después que el volumen I. De nuevo el “grupo de Murray”, como pasa a ser conocido, es requerido para librar a su país, y al mundo entero, de otra terrible amenaza: nada menos que la invasión marciana de la novela de H.G. Wells La guerra de los mundos. Tras las seis entregas de rigor, concluyen, aparentemente, las aventuras de estos caballeros y damas extraordinarios. El final de esta nueva aventura parece dejar claro que el grupo difícilmente va a volver a reunirse, pero no va a ser exactamente así, aunque pasará algún tiempo antes de que volvamos a saber de nuestros (anti)héroes…
Quedé sorprendido –acostumbrado a cómics muy diferentes y después de mucho tiempo sin demasiado contacto con ninguno de ellos– por la lectura de estos dos primeros volúmenes de La Liga. El dibujo en un principio feista y algo caricaturesco de O´Neill acabó finalmente convenciéndome y lo acepté como adecuado para el tipo de historias y personajes que trataba. Me gustó especialmente algo que valoro sobre todas las cosas en un tebeo: el “equilibrio” entre texto y dibujo. Ni puedo disfrutar una historieta que sea básicamente visual, sin apenas diálogos o notas ni, por el contrario, me gustan aquellos cómics que prácticamente son una serie de enormes bocadillos con algún pequeño dibujo ilustrándolos (caso de From Hell del propio Moore, que considero hubiese sido más acertado en forma de novela literaria). Para mí un cómic con ilustraciones detalladas, en las que te puedas recrear buscando detalles, pero que también “cuente” una historia con palabras es el trabajo ideal, y no muy a menudo consigo encontrar esta mezcla perfecta.
Además, uno de los aspectos más ricos y destacables de toda la serie de La Liga de los Caballeros Extraordinarios es la continua aparición, a lo largo de sus páginas, de personajes, situaciones, alusiones e indirectas a infinidad de referencias del cine, la televisión, la literatura y la cultura popular, tanto visuales como textuales. Hay que andarse extremadamente atento y prestar muchísima atención para captarlas todas (cosa que no sé si es posible). Tanto es así, que en internet hay hasta completísimas guías con anotaciones de todas estas menciones y apariciones. Desde el mismo Moriarty hasta Roman Polanski, pasando por el Auguste Dupin de Poe, el Astolfo Hynkel de Chaplin, el Ismael de Moby Dick, el doctor Moreau de Wells, el Próspero de Shakespeare, el James Bond de Flemyng, la Emma Peel de Los vengadores, etc, etc, etc, el desfile del enorme imaginario cultural de Alan Moore es tan sorprendente como admirable, y sin duda uno de los mayores retos y atractivos de leer esta serie de cómics.
Otras de las cosas que me atrajo de esta publicación y que me mantiene interesado en ella son precisamente sus series limitadas a unos pocos números autoconclusivos, nada de interminables colecciones que se extienden mes tras mes y año tras año, cosa que me hubiera hecho perder interés en seguir esta publicación. Creo que el concebir obras de esta manera ayuda a que sean más sólidas y creíbles.
Dossier Negro: el regreso
En 2007, cuando ya daba la impresión de que la obra conjunta de Moore y O´Neill no iba a tener continuación, los autores nos sorprenden con el Dossier Negro: un curiosísimo y original experimento de 200 páginas en el que se mezcla la propia historieta estándar de la liga con otros diversos formatos literarios y visuales, encartes y relatos y hasta una sección en 3D, gafas incluidas.
Transcurre en el año 1953. Inglaterra ha sobrevivido al temible Gran Hermano de Orwell y Mina Murray y Allan Quatermain reaparecen para robar –en un curioso ejercicio de metalenguaje– ese misterioso documento que da título a la novela gráfica y que iremos leyendo conjuntamente con ellos. ¿Qué cómo pueden seguir vivos después de más de medio siglo desde su última aventura? Muy sencillo, al menos cuando tienes un vasto patrimonio literario al que recurrir: ambos se bañaron en la fuente de la Ayesha de Rider Haggard y obtuvieron la inmortalidad (y, además, Quatermain rejuveneció). De hecho, los componentes de esta pareja (también sentimental) serán los únicos personajes fijos en todas las entregas de la saga.
El Dossier Negro es una extraordinaria propuesta en el mundo del cómic-boook que merece la pena ser leída, especialmente, claro está, si se es seguidor de La Liga o se está familiarizado con ella –aunque en realidad es un volumen independiente–. Por cierto, con él aprendemos también que este grupo de caballeros extraordinarios no comenzó con la formación con la que lo conocimos en el primer volumen, sino que se remonta a siglos atrás y ha estado al servicio del gobierno británico desde entonces, albergando en sus filas a personajes tan dispares como Gulliver, Caliban, Fanny Hill, Don Quijote o Phileas Fogg, e incluso teniendo versiones similares en otros países como Francia o Alemania.
Concluye en Caballeros extraordinarios (II)...
A mi los dos primeros volúmenes de la serie me encantan (el de presentación y el de La guerra de los mundos) pero a partir de ahi parece que se le haya ido un poco la olla a Alan Moore.
ResponderEliminarSublime el post, Lord Ruthwen. Esperando con verdadero interés su continuación ;)
ResponderEliminarBueno, a Alan Moore la olla probablemente se le haya ido de todas maneras. Pero es obvio que el "salto" a los siglos XX y XXI suponen cierto cambio respecto a la idea original de la obra. Aún así, lo considero bien resuelto...
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