Un cómic complejo, cargado de matices y referencia culturales, con múltiples lecturas e interpretaciones. Con semejante background, se antojaba complicado tratar de trasladar de manera digna ese universo a una serie de televisión. Después de años de rumores, dimes y diretes, y algún intento fallido, esa serie ha llegado al fin de la mano de Netflix.
Y la pregunta es: ¿está a la altura de las expectativas esta primera temporada, o pincha en el intento? Vayamos por partes. Como adaptación, puede decirse que tiene un considerable grado de fidelidad con el material original, pero con ciertas salvedades. Y es que en una época donde la corrección política es la que marca el ritmo, esta producción tampoco se libra de pagar peaje. Así, encontramos personajes a los que se le ha cambiado el género, la raza o la orientación sexual. Algo que los más puristas probablemente no digerirán del todo bien... Y los entiendo perfectamente (yo tampoco congenio demasiado con los cambios gratuitos, sin otra finalidad que agradar a ciertas minorías fundamentalistas). Ahora bien, si somos capaces de obviar eso, es justo decir que en materia de ambientación, escenarios, efectos especiales y demás pesca cumple el expediente. Tom Sturridge en la piel de Sueño -o Morfeo- (en la imagen) da la talla con creces. A decir verdad, cuesta imaginar otro protagonista más adecuado para el papel, pues se parece mucho a la imagen que conocemos del cómic.
Por buscarle otro pero, quizás peque un poco de ritmo inconstante; es decir: hay capítulos que pasan en un suspiro, y otros que se hacen bastante más pesados, con frenazos y acelerones de la trama que no vienen muy a cuento. Pero tampoco se vuelve aburrida. De hecho, vista esta primera temporada te quedas con curiosidad de ver qué pasará en la segunda (si es que esta llega algún día).
Valoración general de quien esto escribe: un 7,5.
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