Cuando fuí a ver Creed me llegué a preguntar si su condición de secuela, remake, spin-off y reboot haría que una hipotética continuación pasará por los mismos terrenos de la saga original (o sea, haciendo ahora una variante a Rocky 2) pero tengo que reconocer que me sorprendió cuando me enteré de que se hacía un salto cuantitativo, y es que Creed 2 (que ya sería la octava película de la saga Rocky) sería en si una secuela de Rocky 4. En aquel film se hacía toda una oda a los Estados Unidos en las postrimerias de la Guerra Fría, en el cual Rocky Balboa (papel siempre a cargo de Sylvester Stallone) combatía contra Ivan Drago (Dolph Lundgren), este en representación de la Unión Soviética, funcionando no solo como una exaltación patriótica sino por la revancha de Rocky contra el mencionado Drago, que en un combate previo había matado al boxeador Apollo Creed (Carl Weathers), inicial rival y posterior amigo de Balboa.
Si en la anterior entrega era el hijo de su amigo quien le pedía que le entrenara, en esta tanto uno como otro se verán en un combate con mimbres mucho más personales: Adonis Creed se enfrentará a Viktor Drago, el hijo del responsable de la muerte de su padre en el ring, lo que volverá a reunir el destino de los contrincantes de Rocky 4, ahora como entrenadores del hijo de su amigo y del suyo propio. Y con eso ya tenemos esta secuela, que mantiene el mismo subtítulo de la anterior.