En estos tiempos en que abundan
tantas de esas películas de fantasmas insípidas, sin imaginación, repetitivas
(todas parecen usar el mismo cliché) y, además, muchas de ellas con una
lamentable moralina cristiana y conservadora (nada de extrañar teniendo en
cuenta la gente que las produce), me parece oportuno volver a sacar a colación
la que yo personalmente considero una de las grandes obras maestras del género
y un sensacional ejemplo de cómo se debe rodar buen cine de terror, sin
necesidad de grandilocuentes efectos especiales ni de sustos de dos pesetas.
Por supuesto, eso sólo puede hacerlo un maestro como Robert Wise, quien en 1963
adapta a la gran pantalla la novela de Shirley Jackson The Haunting of Hill House, la historia de cuatro personas que se
instalan en una mansión maldita con el fin de investigar y documentar los
fenómenos que allí acontecen.
Por medio de una sugestiva fotografía
en blanco y negro y valiéndose de sombras, planos con perspectivas diagonales o
atípicas, contrapicados y sobre todo gracias a una trabajada dirección
artística y unos cuidadísimos decorados que pueblan toda secuencia de
inmensidad de objetos peculiares (además de la constante voz en off de la
angustiada protagonista), la película provoca una tremenda inquietud y un
asfixiante desasosiego en el espectador que desea meterse en la historia y
vivirla debidamente. Y es que el terror que se sabe insinuar más que mostrar,
aquel que se hace llegar sutilmente al inconsciente del espectador incluso
antes de hacerlo a sus sentidos visuales o auditivos, es para un servidor el
que más logra cautivar y conseguir su verdadero propósito: dar miedo.
El cuarteto protagonista: Claire Bloom, Russ Tamblyn, Julie Harris y Richard Johnson. |
Particularmente hay un par de
momentos del largometraje que me parecen geniales: uno es un plano de un
pasillo en el que descubrimos que la puerta que hay al final de este se ha
abierto misteriosamente. No hay más que negrura más allá de ella, pero esa
oscuridad me parece mucho más impactante y sugerente que si se mostrara cualquier
tipo de aparición o monstruo. Otra de mis escenas favoritas es cuando las dos
chicas están en la habitación de una de ellas y oyen unos tremendos golpes por
el pasillo y cómo algo acecha tras la puerta del cuarto y parece estar
intentando entrar en él. De nuevo, creo que una lección magistral de cómo se
puede inducir el miedo en el espectador valiéndose de recursos sencillos.
The Haunting se estrenó en España con décadas de retraso y sólo vía
TV y formato doméstico, con títulos como La
casa encantada y La mansión encantada,
y tuvo el dudoso honor de ser objeto de un remake en 1999 que no vale la pena ni
recordar.
¿Qué decís, valientes cinéfilos?
¿Os atrevéis a pasar una noche en la Casa de la Colina? Os reto a ver este
clásico y a comprobar si volvéis a ser los mismos después.
(Si queréis más información sobre
el film y la novela, podéis encontrarla en mi propio blog, en esta
entrada. Y, si domináis el inglés, también vale la pena visitar esta
completísima web sobre ella: http://www.the-haunting.com/haunting_themovie.html)
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