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sábado, 30 de julio de 2016

JASON BOURNE

La franquicia del personaje de Jason Bourne siempre me ha parecido muy destacable aunque no excelente, pero teniendo en cuenta el nivel actual en cuanto al cine de acción (cada vez más exagerado), fue de agradecer ese intento de volver a los orígenes que representaron en su momento las tres primeras entregas. La trilogia original se completó con El ultimatum de Bourne, film al que le tengo un especial aprecio ya que fue mi primer pase de prensa acreditado por este blog, tras el cual se dió por cerrada la saga ante la negativa de su protagonista por repetir. Pero el éxito hizo pensar en continuar exprimiendo el filón, lo que nos llevó a El legado de Bourne, si bien con ella quedó claro que ya no era lo mismo, por lo que ahora se busca repetir el éxito recuperando al director y al protagonista principal (Paul Greengrass y Matt Damon)

Siendo esta ya la quinta película de Bourne (y la cuarta con Damon como el citado personaje) hay que reconocer que mantiene el nivel de una manera más que digna, siendo un tremendo entretenimiento que demuestra que con una buena labor profesional las secuelas no tienen porque ser siempre meras excusas para recaudar más dinero en taquilla (aunque en el fondo lo sean... incluida esta) Y es que si algo positivo se puede expresar de Jason Bourne sería que mantiene el estilo de las entregas previas dirigidas por Greengrass (la segunda y tercera) pero al mismo tiempo lo que nos ofrece (y como nos lo ofrece) no aporta novedades sustanciales al protagonista, de ahí que tengan que echar mano de esa trama secundaria que implica a su padre, la cual queda un tanto forzada (a estas alturas algo tenian que inventar) ya que el misterio que rodeaba a Bourne, centrado en su amnesia y la búsqueda de su verdadera personalidad, quedó ya zanjado en la trilogia inicial (para continuar haciéndolo enigmático recurren a mantenerlo más férreo y adusto, pero lo que antes tenía una razón de ser ahora parece un simple recurso para mantener su statu-quo más conocido por el público, cual si fueran detalles ya inherentes al personaje)

jueves, 28 de julio de 2016

STRANGER THINGS



Dicen algunos que la nostalgia es mala y traicionera, pero lo que está claro es que este agridulce sentimiento es también un poderoso instrumento de marketing. No es nada nuevo, y empresas como las discográficas –por poner un ejemplo– lo aprovechan continuamente para volver a poner a la venta referencias y productos de otras épocas. En estos nuestros tiempos actuales, lo que parece que está llegando es una tendencia a la “nostalgia ochentera” centrada sobre todo en el cine, la televisión y la literatura de aquella penúltima década del siglo pasado –la vertiente musical ya fue revivida mucho tiempo atrás con el famoso remember–. Prueba de esta afirmación son películas como Súper 8 de 2011, la novela Ready Player One del mismo año, o la más reciente serie para la pequeña pantalla Stranger Things, objeto de esta reseña.

Creada y dirigida por los hermanos Matt y Ross Duffer y distribuida por Netflix, consta de ocho episodios de 50 minutos y tiene entre sus más renombrados protagonistas a Winona Ryder y a Mathew Modine, secundados por un buen elenco de jóvenes actores. ¿La trama? Un pequeño pueblo de Indiana en 1983 en el cual comienzan a sucederse desapariciones y hechos insólitos en los que se verán inmersos una pandilla de muchachos y sus amigos y parientes cercanos. ¿El gancho? Como he dicho, el irresistible reclamo que tiene la época para los que fuimos mozalbetes en ella merced a sus interminables referencias –directas o indirectas– a muchas de las películas y novelas fantásticas, de terror y de aventuras de las que disfrutamos entonces: Los GooniesCuenta conmigoLa guerra de las galaxiasPoltergeistsE.T.Encuentros en la tercera faseLa cosaPosesión infernal, los libros de Stephen King, las partiditas a juegos de mesa con los amigos (en Stranger Things tiene gran protagonismo el clásico de rol Dungeons & Dragons), etc, etc, etc.

Sin querer adelantar ni contar mucho más sobre la serie, decir que sencillamente la recomiendo a todos aquellos que, como yo, fueron –¡y seguimos siendo! – jóvenes soñadores en la década en la que se ambienta. A mí me ha enganchado, me ha resultado emocionante y me ha satisfecho. Es también autoconclusiva –más o menos: parece que va a haber una segunda temporada– y en ese sentido la historia está bien hilvanada, es compacta y no deja cabos sueltos. Os propongo, sugiero y animo a este viaje nostálgico catódico que seguramente os hará soltar alguna lagrimita o, quizás mejor, hará asomar algún amago de sonrisa en vuestro rostro al recordar aquellos tiempos más inocentes y ya lejanos…

lunes, 18 de julio de 2016

LA LEYENDA DE TARZÁN

Aunque para algunos, en referencia a la animación tradicional, representa el inicio de la decadencia de Disney tras su resurgir a principios de los años noventa, en mi caso tengo que admitir que tengo un muy grato recuerdo del Tarzán animado que presentaron en 1999 con canciones de Phil Collins que aún a veces tarareo cuando estoy distraido. Y es que estamos hablando de un personaje de ficción mítico que ha tenido, como también le ocurre a Sherlock Holmes, infinidad de rostros en la gran pantalla en una extensa lista de adaptaciones que corrieron una suerte dispar en taquilla (aunque sin duda para los fans cinéfilos más acérrimos el único y verdadero Tarzán fue el encarnado por Johnny Weissmuller)

En estos tiempos en que todo es reciclado y reformado para ¿actualizarlo? (y lo pongo entre interrogantes porque en muchos casos cabe la duda de si era necesario) nos llega esta nueva versión que actuaría como secuela al mismo tiempo que intenta ser el inicio de una lucrativa franquicia. En el primer caso no es una película de orígenes (un personaje como Tarzán ya se supone que la mayoría sabe como empezó, aunque este título contiene pequeños flashbacks del origen) por lo que la historia se situa años después de lo conocido por todos. Respecto a lo segundo, su inflado presupuesto de 180 millones de dólares hace dificil recuperar lo invertido como para pensar en continuarlo, si bien en el momento en que escrito estas líneas la película ya ha superado los 100 millones de dólares en las salas americanas y está a punto de superar los 200 a nivel internacional (por lo aunque no sea un gran éxito sería injusto etiquetarla de fracaso, porque beneficios no sé si dará muchos, pero a priori pérdidas parece que no)

jueves, 7 de julio de 2016

MI AMIGO EL GIGANTE

Cuando me leí hace unos meses la historia en la que está basada esta película ya comenté mi relativo temor a que el gigante protagonista se convirtiera en el nuevo Jar Jar Binks, y aunque al final no resulta tan cansino como el odiado personaje digital de La amenaza fantasma, tampoco acaba siendo tan entrañable como se supone que nos tiene que parecer a los espectadores. Con este título Spielberg demuestra seguir siendo un buen narrador clásico (se nota -y bastante- su mano) pero esta variante de su emblemático E.T. (con la que coincide en su guionista, la fallecida Melissa Mathison) dudo que cale en el público como lo hizo el famoso alienígena y su amigo Elliot a principios de los ochenta.

Ojo porque ello no es obstáculo para que en su apartado visual el film no sea realmente asombroso, sobretodo cuando la acción nos descubre el mundo de los gigantes (aparte del carisma de Mark Rylance, nuevo actor fetiche de Spielberg, que consigue que su gigantesco alter-ego digital no resulte tan irritable como pensaba por su enrevesada forma de expresarse) Digamos que con el presente título Spielberg vuelve al pantanoso terreno de otras películas suyas, como por ejemplo Hook, donde un conjunto de elementos a priori más o menos seguros no dan como resultado el producto que nos quieren vender.